sábado, 26 de enero de 2013

Entre Mundos sin Sentido





Me distraje en ese preciso momento y no escuché las instrucciones, me sucede a menudo que cuando debo poner atención, otro pensamiento irrumpe en mi cabeza. Ahora no sé si para girar debo utilizar el botón azul o el verde. Es absurdo estar en situaciones así por capricho propio, ya que estar en duda sobre la correcta elección sólo es culpa mía. Presionar el incorrecto supondría el fin, no sólo de mis esperanzas, sino de mis mayores desafíos; los cuales se hacían intolerantes con las miradas curiosas, de los leones y los perros, que seguían acusándome con inescrupulosa afinidad. La decisión entonces es toda mía, ¡basta de teorías o conocimientos que nunca escuché, basta ya de perplejidades! Todo lo que pretendo es fortalecer mis lazos, como la rana al volante del carrusel andante que se ríe con su boca burlona, moviendo un dorado metal, mientras lleva de la cola a sus dulces renacuajos. Todo lo que intento es lograr dejar de ponerle atención a la cuchara, esa señora que no puede quedarse callada si de comida se habla. O talvez, sólo pretendo dejar de escuchar el sonido de la banda militar que con carisma dirige el desconocido libraco que siempre estuvo ahí pero que nunca fue apropiadamente tratado. Si tan sólo el mantel donde estoy volase como las servilletas aladas, traviesas en mis oídos, que huyen de las gotas de la lluvia rojiza que saben a vino. ¿Cuál botón entonces logrará hacerme girar? Un giro que me haga desconocer este absurdo paisaje de manteles y soles, árboles cristalinos y ríos florecidos. ¿Cómo puedo escapar de este mundo surrealista para evitar volver a escuchar al pan francés murmurando una trova, acompañando su ritmo un tenedor acordeonista, mientras golpea el extraño manantial glacial, en su barca en forma de plato de postre? ¡Estoy cansado de no entender lo que no puede ser comprendido! ¡Quiero saber de una vez por todas cuál es el botón!

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